Los Minnesota Timberwolves firmaron una noche para la historia, tanto para su franquicia, que se cuela por segunda vez en unas Finales del Oeste tras ganar 90-98, como para la NBA, por cómo cambiaron un partido que no prometía ser histórico en absoluto. 15 puntos abajo al descanso, 20 en el tramo inicial del tercer cuarto. Echando un ojo a los precedentes, nunca un equipo en esa situación había ganado un Game 7. Nunca hasta hoy.
Una remontada épica
El 58-38 que reflejaba el marcador apenas transcurrido un minuto de la segunda parte era un fiel reflejo de lo que estaba siendo el choque. Con Anthony Edwards maniatado por la defensa de Denver, que lanzaba un dos contra uno cada vez que recibía el balón, el ataque de los Timberwolves no encontraba la manera de hacer daño. Solo Karl-Anthony Towns parecía capaz de sumar. En el otro lado de la pista, la dupla Jokic-Murray lucía tan imparable como de costumbre.
Todo indicaba que el choque quedaría resuelto pronto, con los campeones jugando en casa y dominando. Muchos habrían apostado a que todo estaba decidido, pero por estas cosas nos gustan tanto este tipo de partidos.
La defensa, siempre la defensa
Como toda gran actuación de estos Timberwolves, todo comenzó atrás. La defensa visitante se centró en frenar a Jokic y Murray, volviendo a ser agresivos en las ayudas para obligarlos a soltar el balón y evitando que buscaran el aro con comodidad. Empujaron a Jokic hacia el perímetro, donde sus problemas con el tiro de tres se hicieron evidentes. Y la estrategia funcionó a la perfección.
Más de seis minutos pasaron entre el triple de Murray que puso a los Nuggets en 58 puntos y la siguiente canasta en juego de los de Colorado, obra de Christian Braun. En medio, solo un mísero tiro libre de Jokic. Los de Malone empezaron a tomar decisiones erróneas y la grada comenzó a temer lo peor.
Cambios en la dinámica ofensiva
Acumular buenas defensas cambió también la dinámica ofensiva de Minnesota. Empezaron a encontrar opciones en transición y a pillar peor colocada a la defensa de Denver. Towns siguió sumando; McDaniels, máximo anotador junto a KAT con 23 tantos, convirtió varios triples decisivos; Edwards, que terminó con un desastroso 6/24, logró entrar en ritmo con varias canastas al contraataque. Un triple de Edwards casi sobre la bocina del tercer cuarto dejó claro que el partido se decidiría en un final de infarto.
El momento decisivo
La temporada quedó reducida a 12 minutos, de los que solo un equipo saldría vivo. En este momento, Rudy Gobert se convirtió en el mejor jugador en la pista. Omnipresente es la palabra que mejor define su cuarto, con una defensa descomunal, alterando tiros y siendo decisivo en la toma de decisiones del rival. También aportó ofensivamente, pidiendo el balón sin miedo, anotando tiros libres y finalizando con contundencia bajo el aro. Incluso anotó un improbable fade-away desde cinco metros sobre la bocina de posesión.
Naz Reid también estuvo titánico, recordando su irrupción anotadora en el tramo final del Game 1. Towns, que entró a pista cuando Gobert fue expulsado por faltas, puso el colofón con un mate tras rebote ofensivo, sentenciando el encuentro y confirmando el éxito de esta apuesta de los Timberwolves por los hombres altos.
Mirando hacia el futuro
Minnesota se enfrenta ahora a la posibilidad de hacer de esta una temporada aún más histórica y llegar a sus primeras Finales de la NBA para pelear por su primer anillo. Tras uno de sus triunfos más gloriosos, son conscientes de que su temporada está lejos de acabar y podría estar lejos de haber tocado techo.
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